jueves, 28 de abril de 2016

#1 Entrevista a Barbara L. Shackleton, protagonista de La novelista fingida, de Rafael R. Costa

Me encuentro en el Korsakoff apurando los últimos tragos de mi refresco mientras observo que un grupo de mujeres me miran y cuchichean entre ellas. Creo que mi indumentaria no debe ser la apropiada, o quizá estén destripándome por estar sola en un bar. Mi cita se retrasa. Intuyo que quiere hacerse la interesante, pues sabe de mis ansias por entrevistarme con ella y la admiración que le profeso. Fuera hace frío. Es por ello que el vaho de la cristalera me impide ver si se aproxima por alguna de las calles aledañas. Los minutos pasan y la espera se me hace eterna. Además, los cuchicheos comienzan a angustiarme. Justo cuando doy el último trago a mi copa con intención de abandonar presta ese ostentoso lugar, el tintineo de la puerta me obliga de forma involuntaria a girar la cabeza con el deseo de reconocerla. Y ahí está. Viene con un abrigo de piel negro y un sombrero encajado hasta las cejas. Antes de siquiera cruzar  saludos, el camarero se acerca para ayudarle a quitarse el abrigo y retirarle la silla. Diría que es un gesto muy cortés si a mí no me hubiese ignorado cuando llegué hasta el punto de tener que acercarme yo misma a la barra para pedir mi consumición. Siempre hubo clases, pensé. Se sienta frente a mí y, tras encenderse un pitillo y pedir al sirviente un Vodka ucraniano, la gran Barbara L. Shackleton se lanza:

B: Aquí me tienes, querida. Dispara.

C: Buenas tardes Señorita Shackleton, espero no haberla importunado con mi insistencia, pero como sabe, somos muchos los lectores que tras conocer su historia nos quedamos con ganas de saber más de usted. Entiendo que al aceptar la propuesta, consciente que le haga una serie de preguntas que quizá no sean del todo de su agrado. De sobra sabe que me inquieta. Intuyo que detrás de Barbara L. Shackleton, mucho más allá de Rita Amber, existe una niña capaz de justificar (o no) su comportamiento. Hábleme de su infancia; familia, amigos, etapa escolar…

B: Querida mía... deberás disculparme porque no conozco a ninguna señora Amber... Hablas de justificar mi comportamiento cuando es la vida la que debiera justificarse.  Hay personas que se adaptan al mundo: son la mayoría, y lo hacen para sobrevivir; otras, adaptan el mundo a sus necesidades... y lo hacen para transformarlo. ¿Hay mayor justificación que la de mover adecuadamente las fichas en el tablero? En cuanto a mi infancia no encuentro nada sobresaliente en ella, fui como cualquier chica de Chicago, cuyo padre era arquitecto y su madre redactora de una revista de modas...  la dejan huérfana con diez años. ¡Un accidente de tráfico, querida!  Estudié en los mejores colegios de Illinois y mis primeros escritos se publicaron en los periódicos de secundaria. ¡Mi profesora insistía en que debía publicarlos!
Conté con los amigos necesarios en cada etapa. Verás... querida, los auténticos amigos son escalones... una vez que has conseguido subirlos, cambias de amigos que te aporten nuevos escalones. Es fácil. Y muy necesario. Aunque no me avergüenza decir que era muy popular y respetada.

C: ¿Recuerda a su primer amor? ¿Cuándo y qué sucedió?

B:  Jajaja... No... Me resultaría imposible porque... bueno, de mí se enamoraban en grupos, llegué a corresponder a tres chicos distintos y a los tres les decía que eran el único. Eran un poco bobos, pero ellos me dieron los primeros besos y con ellos me fumé el primer cigarrillo.
Se muestra distante. Me hace sentir inferior solo con su mirada. Pido un nuevo refresco para aclarar mi garganta y tragarme el nerviosismo. Continúo:

C: ¿Quién es la persona a la que más ha odiado y por qué?

B: Odio a poca gente... El odio es un sentimiento, prefiero que me resulten indiferentes. Pero si algo odio, o a alguien... ¡sí!, a esos escritores que se creen con pluma de oro y en realidad usan un palito untado con yesón de paloma. ¿Quieres un ejemplo? Stephan Wells...

C: ¿ Y a la que más ha amado?

B: ¿A la que más he amado? Me ocurre igual que con el odio... prefiero la indiferencia, pero reconozco que tuve una buena amiga... quien me presentó a una fantasma que se cortaba el pelo como un muchacho, llamada... Ya no lo recuerdo, querida; deberías leerte mis novelas. 

Se hace un silencio. Claro que sé de quién habla, pero no insistiré. Tras estas confidencias se muestras intranquila, actitud que me hace verla mucho más vulnerable. Prende otro pitillo que encasqueta en su larga boquilla y con un gesto pide al camarero que rellene su copa. No sé si será bueno seguir en esta línea sentimental. Trato de cambiar de tercio para que no se sienta violenta.

C: En los momentos previos a vencerte al sueño, ¿cuáles suelen ser sus últimos pensamientos?

B: Siempre escucho una botella de champán al descorcharse. Y música, relajante, una canción de Peg La Centra... Bailo... en un gran salón, todos me miran, doy vueltas, hay luces y luego me duermo.

C: ¿Recuerda lo que sueña? Y de ser así, ¿cuáles son sus sueños más recurrentes?

B: No suelo prestar atención a los sueños. Estoy muy ocupada, querida. Si acaso caballos blanquinegros...  Sí, cabalgando en un caballo blanquinegro por la orilla del mar... Y a veces con montañas de mi próxima novela, montañas grandes como las pirámides... Bueno, una vez soñé que era la protagonista de una ópera... Pero, en definitiva, los sueños no son importantes. Cuando me miro al espejo sé que esa no soy yo, sólo es un reflejo. Yo soy quien se mira al espejo, no la imagen reflejada. ¿Puedes pedirme otro vodka, por favor? Pues ocurre igual, yo soy la que despierta, la que sueña, no lo soñado.

Me apresuro a pedir su consumición, haré lo que me pida mientras siga respondiendo a mis preguntas. El momento que estoy viviendo es impagable.

C: Señorita Shackleton, descríbame cómo es para usted la vida perfecta y el mundo ideal.

B: Conservar la belleza, el talento y mi mansión cerca del mar. El mundo ideal es una masa de lectores ansiosos por leer mi próxima novela, pero alejados de la entrada de mi casa. Escribo para ellos, pero no los quiero aquí. Son vulgares. Si fueran interesantes serían escritores, ¿no? Pero son simples lectores, ese sería el mundo ideal.

Creo que se muestra molesta por no haber entrado aún en temas literarios. Ella es la gran Barbara L. Shackleton, y una simple lectora, lejos de dorarle la píldora y alabar su trabajo, se está metiendo en temas personales. Vuelvo a cambiar de tema radicalmente.

C: Aparte de la gran novela que todos conocemos, ¿de qué historia ya escrita le hubiera gustado ser autora?

B: De las Mil y Una Noches... Aunque yo hubiese ampliado un millar de noches más, y Scherezade habría sido decapitada finalmente.

C: ¿Qué hubiera hecho para conseguirlo?

B: Supongo que engatusar al Califa. Es muy sencillo. Los califas no suelen tener talento.

C: ¿Cree que es suficientemente buena para conseguir el éxito por tus propios medios?

B: No sé qué pretendes decirme, querida. ¿Vender varios millones de libros no te parece suficiente? ¿Mis propios medios, dices? Jajaja... ¿Acaso piensas que tengo una varita mágica? Los lectores me quieren, me adoran. Dame cualquier panfleto, por malo y ridículo que resulte... si yo lo firmo ellos lo comprarán. Quieren ver mi nombre: Barbara Shackleton... Prefieren el envoltorio al bombón. ¿Seguro que eres periodista?

Me disculpo por si se ha sentido ofendida. Me agarro a la excusa de estar haciendo mi trabajo. Asiente con desgana y, con un gesto de cabeza, me invita a que continúe:

C: ¿Sobre qué personaje, influyente o no, le gustaría escribir?

B: Supongo que escribir la vida secreta del Presidente de los Estados Unidos...

C: ¿Se arrepiente de algo?

B: ¿Por qué habría de arrepentirme?

Aunque podría indagar mucho más, creo que esa respuesta lo dice todo. No finge ser fría, lo es. Continúo como si tal cosa. Aunque podría estar horas impregnándome de su misterio, lo mejor será acabar la entrevista cuanto antes.

C: Literariamente hablando, ¿cómo sería el asesinato perfecto?

B: Convencer a tu enemigo para que se quite la vida.

C: ¿Y la muerte perfecta?

B: La muerte perfecta es no morir y permanecer hermosa. Esa es una duradera, muy duradera, manera de morir, ¿no crees, preciosa? ¿Tú escribes novelas? ¿No? Tal vez deberías intentarlo.

Alimento su ego haciéndole saber que a su lado no soy nadie. A partir de aquí la conversación se torna intrascendente. Se toma el tercer vodka. Enciende su cigarrillo encasquetado en su larga boquilla y me suelta el humo a la cara. Ahora es ella quien me pregunta, añadiendo de nuevo seriedad a la charla:

B:¿Seguro que no escribes novelas? Deberías intentarlo. Necesito una chica, una secretaria que no sea perezosa. Dime cuánto ganas haciendo estas entrevistas y yo te pagaré el doble. Ya sabes dónde resido. 

Click en la imagen para adquirir la novela

Muchísimas gracias, Rafael, por acceder a participar en otra de mis tantas locuras.

lunes, 25 de abril de 2016

Mil soles espléndidos, de Khaled Hosseini

SINOPSIS

Superando con creces el rotundo éxito de Cometas en el cielo —más de seis millones de ejemplares vendidos en treinta idiomas— la segunda novela de Khaled Hosseini saltó de inmediato al primer puesto en todos los países donde se ha publicado. Nueva demostración del asombroso instinto de gran narrador del que goza el autor, el libro cuenta la conmovedora historia de amistad entre dos mujeres afganas de orígenes muy dispares, cuyos destinos se entrelazan por obra del azar y de las convulsiones que ha sufrido Afganistán en los últimos treinta años.

Hija ilegítima de un rico hombre de negocios, Mariam se cría con su madre en una modesta vivienda a las afueras de Herat. A los quince años, su vida cambia drásticamente cuando su padre la envía a Kabul a casarse con Rashid, un hosco zapatero treinta años mayor que ella. Casi dos décadas más tarde, Rashid encuentra en las calles de Kabul a Laila, una joven de quince años sin hogar. Cuando el zapatero le ofrece cobijo en su casa, que deberá compartir con Mariam, entre las dos mujeres se inicia una relación que acabará siendo tan profunda como la de dos hermanas, tan fuerte como la de madre e hija. Pese a la diferencia de edad y las distintas experiencias que la vida les ha deparado, la necesidad de afrontar las terribles circunstancias que las rodean —tanto de puertas adentro como en la calle, donde la violencia política asola el país—, hará que Mariam y Laila vayan forjando un vínculo indestructible que les otorgará la fuerza necesaria para superar el miedo y dar cabida a la esperanza.


OPINIÓN PERSONAL

Quería estrenarme con este afamado autor y pregunté a mis amigos de Facebook por qué libro me recomendaban empezar. Entre Cometas en el cielo y Mil soles espléndidos andaba la cosa, y me decidí por este, ya que es prestado y así tardo menos en devolverlo. (Una escusa fácil para decidirme, pues mis amigos no me sacaron de dudas).

Impactante es poco. Me he metido en la piel de las protagonistas de tan manera que he podido sufrir sus golpes, padecer sus penas y sentir miedo ante la guerra y los bombardeos. Me he sentido madre, hija, esclava, acobardada… En definitiva, mujer afgana.

Desde el comienzo, la vida de Mariam es una consecución de desgracias a las que hace frente de una asombrosa forma entera y valiente. Su existencia es una consecución de piedras en el camino que no esquiva sino que carga a su espalda y continúa sobreviviendo. Me entristece mucho pensar que hayan existido vidas como la suya. Mujeres ultrajadas y desafiadas hasta el extremo por quienes llevan la severidad y el machismo como forma de vida. 

Por otro lado está Laila. Su infancia es tranquila y feliz junto a su familia. Estudia, se divierte y tiene libertad. Hasta que los bombardeos destruyen los cimientos de su historia y a todos los que la componían. A partir de aquí, su existencia no será muy diferente a la de Mariam, y juntas harán acopio de fuerza y coraje para salir adelante, cueste lo que cueste.

Es un libro precioso. Triste, pero precioso. Cuando una historia te envuelve de esa manera y genera tantísimos sentimientos en el lector, es porque es magnífica. Al margen de los gustos personales de cada uno, creo que nadie podrá decir que esta novela no es buena. Narrativamente hablando es un dulce.

Otra cosa es hablar técnicamente. Como en casi todas las novelas traducidas que conozco, el estilo y los recursos literarios dejan mucho que desear. En este caso hay abuso de las repeticiones y redundancias y exceso de pronombres en párrafos relativamente cortos donde eran innecesarios. Además, hay muchísimos términos que se conservan en su idioma original y a veces es muy confuso. Eso trastabilla un poco el ritmo lector, pero no se puede decir que sea molesto.

Pero volviendo a lo realmente importante, la historia es alucinante. Triste y evocadora. De las que te dejan días reflexionando y cuyos personajes difícilmente olvidarás.  Quizá el final no tenga la misma fuerza que el resto de la novela, pero en cierto modo se agradece, ya que vas de sobresalto en sobresalto desde el principio hasta casi el final.

He padecido muchísimo leyendo esta historia. En ocasiones lo he pasado realmente mal. Ser tan empática me juega muy malas pasadas y me he descubierto llorando en varias ocasiones. Pero… ¿acaso no es maravilloso que un libro consiga aflorar así los sentimientos?

Otro libro que añado a mi lista de recomendaciones. A todas luces, es una novela excelente.

lunes, 18 de abril de 2016

Victor Ros, el misterio de la casa Aranda, de Jerónimo Tristante

SINOPSIS

Víctor Ros es el subinspector más joven de Madrid. Llegar a este cargo no ha sido fácil. Esconde un oscuro pasado de ratero en las calles de la capital y como agente infiltrado en Oviedo. Pero la decisión que tomó el sargento Armando Martínez de apadrinar al joven y convertirlo en un gran policía ha dado sus frutos. Víctor liderará una nueva brigada destinada a luchar contra el crimen.

No tarda en llegar a su primer caso: en la casa Aranda, tres mujeres, en el transcurso de los años, han intentado asesinar a su marido después de leer un párrafo de la Divina Comedia de Dante. ¿Por qué estas palabras provocan esa terrible reacción? Por otro lado, una serie de crímenes convulsiona los bajos fondos de la ciudad: han aparecido varias prostitutas asesinadas y todo parece indicar que habrá más.

Víctor Ros, con la ayuda de Alberto Aldanza, un enigmático caballero que le instruirá en las técnicas forenses más avanzadas, se enfrentará a estos dos misterios recorriendo las altas esfera del Madrid de finales del siglo XIX y los lugares más peligrosos de la capital. Y serán dos mujeres muy distintas entre sí las que le ayuden a descubrir lo que está sucediendo. Pero adentrarse en las entrañas de estos intrincados casos supondrá un coste extraordinariamente alto...



OPINIÓN PERSONAL

Estoy teniendo mucha suerte con mi incursión en la novela policiaca. Empecé por la escritora Mercedes Gallego y tengo la sensación de no poder parar. Siempre he sido muy aficionada al thriller, pero la policiaca como tal, pura y dura, no me llamaba excesivamente la atención. Confirmo que es muy cierto eso que se dice de: “Cada novela tiene su momento y su lugar en el tiempo para ser leída”, y en mi caso, el momento de la policiaca ha llegado.

El misterio de la casa Aranda me ha parecido genial. No tengo nada que objetar sobre la prosa de Jerónimo Tristante. Además de crear una trama cautivadora que te invita a hacer tus propias pesquisas, consigue retrotraer al lector dos siglos atrás sin apenas despeinarse.

La ambientación es asombrosa y fácilmente reconocible y los personajes están más que logrados. Todos tienen pulso, ritmo y carisma. Son auténticos personajes dentro de sus personajes. Además, los diálogos son muy enriquecedores. Aportan un halo natural a la novela que difícilmente conseguiría a base de descripciones excesivas o narraciones interminables. Lo que más me ha gustado en este aspecto es la adaptación al lenguaje de la época y sus expresiones. Desde las primeras páginas identificas claramente a los señores de bombín y bastón y las damas con sombrillas y vestidos ceñidos a la cintura. 

El misterio de la casa Aranda es una novela completísima. Sin salirse del género encontraremos, amor, celos, crimen, venganza, secretos, confesiones, diversión y muchos datos históricos y científicos de interés. De esas que no puedes soltar hasta que la terminas. Desde luego, seguiré con la saga.

¡Que me aspen si la novela no me ha parecido maravillosa!

martes, 12 de abril de 2016

La búsqueda, de Blanca Miosi

"Una novela que activa todos los sentidos del lector al compás de los latidos del protagonista".

SINOPSIS

     La búsqueda es la historia de Waldek Grodek, un niño polaco de diez años cuya apacible vida se ve interrumpida por la invasión alemana a Polonia. A partir de ese momento, sus juegos infantiles y sus excusiones como Boy Scout se transformaron en estrategias para luchar contra los nazis. Muchos años después, mientras visita la oficina donde se gestionan las indemnizaciones que Alemania ha ofrecido a los ex prisioneros de los campos de concentración nazis, se pregunta si hay en el mundo alguien con una existencia tan azarosa como la suya. Auschwitz, Mauthausen, dictaduras en Europa y América Latina, tramas de espionaje, y hasta el Mossad. Es la vida de Waldek Grodek, una vida desconocida y sorprendente que merece ser recuperada. La búsqueda es una obra sobre la condición humana y sobre cómo debemos enfrentarnos al dolor para seguir adelante. Desde la invasión de Varsovia al ataque de las torres gemelas en Nueva York, con un ritmo vivo y cautivador, el talento de Blanca Miosi nos hace reflexionar sobre la guerra y sentir que formamos parte de la historia. Una novela basada en hechos de la vida real. Los lectores que deseen conocer a los personajes reales de esta novela pueden entrar a: labusqueda-por-blancamiosi.blogspot.com/ donde encontrarán fotos originales.

(Click en la imagen para acceder a la compra y datos técnicos de la novela).

OPINIÓN PERSONAL

   La búsqueda es la primera obra que leo de Blanca Miosi. Sinceramente, no sé por qué tardé tanto tiempo en adentrarme en su narrativa, ya que la conozco hace tiempo y estoy al día de sus movimientos literarios. Sea cual fuere la razón que me hizo tardar tanto, no puedo estar más orgullosa de haberme lanzado a ello con esta novela. 

   Conocía la temática, puesto que son cientos las reseñas y comentarios que pululan por la red referentes a este libro y, además, sabía que estaba basado en hechos reales porque lo leí en alguna entrevista a la autora. Ahora, solo me quedaba comprobar con mis propios ojos la veracidad de los elogios y buenas críticas.

   No voy a desgranar la novela por partes porque es algo que ya se ha hecho en decenas de blogs y la novela es de sobra conocida por todos, con lo cual iré directamente al grano, contando mi experiencia como lectora y las sensaciones que me dejó.

   La novela comienza a buen ritmo, con detalles concretos, encauzando al lector desde las primeras páginas hacia lo que será un viaje angustioso de la mano de Waldek, el protagonista. Conoceremos a su familia y su entorno, pero no nos adentraremos en descripciones tediosas ni detalles sin importancia. Esto hará que la lectura se torne ligera y comiencen a sonar las tripas de nuestras ansias lectoras. 
    A partir de aquí comienzo mi opinión personal sin pluralizar.

   Hacía tiempo que no disfrutaba así de una novela de este estilo. Hubo una época en la que leímos infinidad de novelas y escritos narrando el holocausto, tratando el tema del genocidio nazi contra los judíos bajo las órdenes de aquel señor de bigote ridículo que debió darse un buen golpe en la cabeza al nacer. ¿Hay algo que no se haya contado ya sobre este tema? Pues sí; la apasionante historia de Waldek. 

   Es admirable cómo la autora ha logrado que me sumerja en la narración sin recordarme a ningún otro libro, sin hacerme sentir que eso ya lo había leído y sin querer aleccionarme con datos históricos. Simplemente me ha presentado a un personaje, me ha puesto en antecedentes y me ha invitado a que lo acompañe como parte de su equipaje. Así ha sido cómo, acurrucada dentro de la maleta de Waldek, he conocido su historia y a las personas que pasaron por su vida con todo lujo de detalles.

   Los personajes me han parecido excepcionales, no sé si por la fantástica creación de los mismos o por lo bien ambientados que están los escenarios, cosa que hace que todo se vea tan nítido y real. Algo que me ha ayudado mucho a disolverme con la historia es la narración; al estar contada en primera persona, sientes que el protagonista te lo confiesa todo en secreto haciéndote su confidente, obligándote a prestarle toda tu atención y no dispersarte en su relato, emocionarte e incluso pensar en cómo podrías ayudarle.

   Si hablamos de sensaciones no me referiré a las que se muestran en la novela sino a las mías mientras la leía. Que un libro te haga viajar con la imaginación a lugares en otras épocas, sitios que desconoces pero que en un par de minutos te resultan familiares, pudiendo sentir olores, sabores (esto lo digo con conocimiento de causa, prometo que durante un fragmento de la novela la boca me sabía a pan y mantequilla), incluso sensaciones térmicas, es algo que todo el mundo tendría que experimentar.
   Y con los sentimientos sucede exactamente igual. No sé por qué me da, (supongo que porque llevo cientos de libros leídos a mis espaldas y no ponerme en la piel de los escritores me resulta prácticamente imposible), creo que la autora nunca pensó en querer transmitir los sentimientos como realmente se proyectan. Me explico; Claro que ella trató de dar veracidad a la historia narrando al detalle cada movimiento del protagonista, haciendo palpables sus emociones y enfatizando en sus pensamientos, pero creo que no fue consciente de lo que su personaje era capaz de transmitir. Con él he sentido miedo, mucha angustia, rabia, anhelos, nostalgia, vacío, desconsuelo… Y cuando todos estos sentimientos me comenzaron a inquietar sobremanera, llegó Waldek y me dio una lección de vida. Me enseñó que ser un superviviente no consiste en mantenerse con vida, sino en hacerlo olvidando el pasado, aprendiendo a perdonar y sin guardar rencores. No podía creerme cómo yo, mera espectadora, me encontraba derrotada tras conocer la historia de su vida y él, la persona que lo sufrió en sus propias carnes, me decía que no le diera vueltas al pasado y mirase a la vida de frente.

   En definitiva, La búsqueda es la novela perfecta para los que se entregan en cuerpo y alma a la lectura, para aquellos que buscan en un libro algo más que entretenimiento y evasión, para todos los que sentimos la literatura en los poros de la piel.
   Sobra decir que la recomiendo, ¿verdad?

miércoles, 6 de abril de 2016

El último adiós, de Kate Morton

Me estreno con la autora de los mundialmente conocidos best sellers El jardín olvidado y Las horas distantes con esta novela, El último adiós.

SINOPSIS
Un niño desaparecido...
Junio de 1933: en Loanneth, la mansión en el campo de la familia Edevane, todo está limpio y reluciente, listo para la tan esperada fiesta de solsticio de verano. Alice Edevane, de dieciséis años y escritora en ciernes, está especialmente ilusionada. No solo ha encontrado el giro argumental perfecto para su novela, también se ha enamorado perdidamente de quien no debería. Pero para cuando llegue la media noche y los fuegos artificiales iluminen el cielo estival, la familia Edevane habrá sufrido una pérdida tan grande que tendrá que abandonar Loanneth para siempre...

Una casa abandonada.
Setenta años más tarde: después de un caso especialmente complicado, Sadie Sparrow, investigadora en Scotland Yard, está cumpliendo un permiso forzoso en su trabajo. Refugiada en la casa de su abuelo en Cornualles, pronto comprueba que estar ociosa le resulta complicado. Hasta que un día llega por casualidad a una vieja casa abandonada rodeada de jardines salvajes y espesos bosques y descubre la historia de un niñito desaparecido sin dejar rastro...

Un misterio sin resolver.
Mientras tanto, en el ático de una elegante casa en Hampstead, la formidable Alice Edevane, ya anciana, lleva una vida tan cuidadosamente planeada como las novelas policíacas que escribe. Hasta que una joven detective empieza a hacer preguntas sobre su pasado familiar en un intento por desenterrar la intrincada maraña de secretos de los que Alice ha pasado toda su vida tratando de escapar.


OPINIÓN PERSONAL
Reconozco que he tardado en conocer la narrativa de esta autora, pero es que intento evitar las sagas familiares extranjeras, no sé si es por la complicidad de los nombres de los personajes o los lugares en los que se desarrolla la trama, pero siempre me ha costado mucho creerme estas historias. En este caso me he lanzado a su lectura por dos razones: el libro es un regalo de Reyes y las reseñas que he leído de esta y otras obras de la autora siempre son magníficas.

Tengo que decir El último adiós me ha sorprendido gratamente. La trama me ha parecido sublime, bien hilada y muy original y los personajes son excepcionales. Con el uso continuo del flash back, la autora logra que identifiquemos a cada uno de los protagonistas en espacio y tiempo, haciéndonos una idea clara de su aspecto en cada momento del relato, y teniendo en cuenta que la novela está narrada entre los años treinta y la actualidad, es asombroso.

Todo comienza en Loanneth,  de la mano de la familia Edevane. Nada hace pensar que en esa familia existan secretos, muchos de ellos escabrosos, pues son la viva imagen de la felicidad. Un matrimonio con cuatro hijos, viviendo en la casa de sus sueños y derrochando amor a raudales. Un trágico suceso en la fiesta del solsticio de verano pondrá la vida de cada uno de los miembros de la familia patas arriba, haciendo imposible que esa imagen idílica de familia feliz se vuelva a recuperar. Todos se marcharán y la casa de Loanneth quedará abandonada hasta que décadas después, la investigadora Sadie Sparrow dé con ella por casualidad.

A partir de ahí la trama dará un giró radical, haciendo cómplice al lector de los pensamientos de cada uno de los personajes y engañándonos constantemente. Si bien es cierto que en ocasiones los sucesos se ven venir, otras veces crees saber lo que sucederá y te sorprendes al ver que no era nada como imaginabas.

La prosa de la autora me ha gustado con peros. Es excesiva en las descripciones y en el recreo sobre aspectos sin importancia. En ocasiones también es repetitiva, pero creo que se debe a su intención por refrescar la memoria del lector, ya que escribiendo novelas de setecientas páginas llenas de descripciones, es fácil perder el hilo. Estos aspectos, que pueden ser desesperantes para un lector, son perfectamente complementados por la riqueza de la trama y la constante intriga que suscita. Para que me entendáis; tuve momentos en los que estuve a punto de rendirme, a mí tanta floritura me agota, eso de comenzar a leer una novela, llevar casi cien páginas y que no haya pasado nada me mata. Pero justo en el momento en el que casi me doy por vencida la trama comienza a ponerse interesante y muy intrigante, haciendo que mis ánimos se renueven y renazcan las ganas de seguir leyendo más y más hasta darme cuenta de que me he bebido la novela.

A pesar de lo bien que lo he pasado leyendo esta historia y lo mucho que me ha gustado, no sé si repetiré con la autora. Como experiencia ha estado bien, pero sigo sin ser muy fan de las sagas familiares extranjeras y ha sucedido algo que me ha sacado de mis casillas; la traducción al castellano es pésima. Y cuando digo pésima digo horrorosa, lamentable y desquiciante. No se puede permitir que las traducciones ensucien tanto una novela. Los mismos errores de forma recurrente a los largo de setecientas páginas no hacen más que distorsionar la imagen del autor  o, en su defecto, de la editorial. No he contado las veces que he leído “había habido” a lo largo de la novela, pero si digo que más de cincuenta no exagero. Y ejemplos como este podría poner decenas. Entiendo que este tema se escape del alcance de la autora, por ello no crítico la novela pero sí la cocción de la versión en castellano. Mal, muy mal.

Dicho esto, si gustáis de las sagas familiares intrigantes y dinámicas, creo que esta es una muy buena opción. Creo que puedo entender por qué la autora tiene tantos lectores fieles.

domingo, 3 de abril de 2016

El niño que quiso llamarse Paul Newman, de Rafael R. Costa

“Una novela evocadora, donde el recuerdo y lo psicológico forman un matrimonio perfecto para crear  un personaje magistral”.

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El niño que quiso llamarse Paul Newman; Premio Onuba 2005

SINOPSIS
En la infancia se consolida la totalidad de los cimientos que soportarán nuestra existencia, y a veces actúa proyectándose más allá del tiempo.
Un personaje en descomposición, a causa del alcohol y los fracasos, se aferra a lo único que todavía es capaz de sostenerlo: sus propios recuerdos, su mundo distorsionado.
Un niño, que quiso llamarse Paul Newman en detrimento de su verdadero nombre, amparado por su singular abuela María, se transforma en un hombre acabado que acaso no existió... 

OPINIÓN PERSONAL
Otra novela de Rafael R. Costa que me ha fascinado, no solo por la trama narrada en primera persona dominando el flash back a su antojo, sino por lo que se esconde detrás de cada personaje y la sencillez narrativa. Un auténtico dulce.
Este autor, que me tenía acostumbrada a una narrativa añeja y delicada, ahora me sorprende con la naturalidad de su pluma. Consigue que veamos detrás de un hombre amargado y autista a un niño feliz, con las preocupaciones propias de su edad pero enamorado de su austera vida. Sin pretensiones aunque con muchos sueños, capaz de afrontar los retos con valentía y fiel a la época que le tocó vivir. Todo lo contrario al hombre en el que se convirtió con los años; paranoico, antisocial, oscuro… ¿A qué se debe ese cambio? El niño que quiso llamarse Paul Newman te lo cuenta de una forma deliciosa.
Como me sucede siempre que leo algo del autor, lo mejor para mí son sus personajes. La abuela María tiene ese algo que hace que la reconozcas al instante, un poso en blanco y negro que te invita a hurgar en el recuerdo. Este personaje ha conseguido algo fascinante en mi "yo lector", y es que he sentido nostalgia de lo no vivido. Me hace pensar en su verdadera existencia y en todos los secretos que guardaría bajo sus arrugas y su pelo cano. Por otro lado, me reconocí en el amor que siente su nieto hacia ella. Un sentimiento que no se puede comparar con ningún otro, pues va más allá de los establecidos por los lazos familiares, algo que muchos conocemos pero no somos capaces de explicar. Sobra decir que ese amor es recíproco, pues la vida de la abuela María gira en torno a ese niño, aunque en su pasado existan momentos imposibles de borrar. Verdades que se convierten en fábulas, mentiras que disfrazan momentos dolorosos, incluso recuerdos que se distorsionan con la intención de pintar una bonita historia que contar.
 Por otro lado tenemos a ese hombre insensible, incapaz de mostrar cariño a nadie, encerrado en su mundo de vasos de cristal y ceniceros repletos de colillas, modorro, hueso… Un despojo de su propia vida. Resulta imposible creer que ese niño que se encontraba bajo las faldas de la abuela María se haya convertido en ese ser tan detestable, al que su familia no le importa nada, humilla a su mujer, ignora y hace de menos a su hijo… Pero el pequeño traidor no siente lo mismo por su padre y se lo hace saber de una manera sorprendente e inimaginable.
Y no digo más.
Bueno, sí.
Digo que amo a esas abuelas que hacían una sopa maravillosas con las cabezas del pescado, que te guardaban el culo del salchichón con su cuerda y todo para la merienda, que te daban buches de café y algún que otro trago de copas con misterio… ¿No eran maravillosas? Desde hoy, la abuela María será un poquito mi abuela también. Solo por los buenos ratos que me ha hecho pasar no merece menos.
Y la conclusión que saco de esta lectura es que leer a Rafael R. Costa es no equivocarse. Es disfrutar tanto del contenido de la obra como de los ingredientes con los que la guisa. Para mí, un deleite absoluto.

sábado, 26 de marzo de 2016

Operación maletín, de Mercedes Gallego Moro

Por fin, después de mucho tiempo haciéndome de rogar, he comenzado la saga Candela Luque, de Mercedes Gallego Moro.
La novela policiaca no es de mis favoritas, aunque de un tiempo a esta parte le estoy cogiendo el gusto, y si me lo ponen tan fácil como en esta ocasión, no os extrañe que acabe siendo una experta en la materia.
Me estrené con la autora con El asesino del ajedrez, una novela que me cautivó de principio a fin, ya que la protagonista, Ramona Cano, me fascinó. Cuando publiqué mi crítica todo el mundo me instaba a leer Operación maletín y los sucesivos,  y ya sabéis que cuando el río suena... He tardado porque, como os pasará a todos, mi lista de libros pendientes es interminable, pero estoy convencida que no tardaré tanto en leer la segunda parte de la saga, Matar al mensajero. He leído por ahí que es incluso mejor que la novela que hoy os traigo, y eso lo tengo que ver yo.

SINOPSIS
Una mujer aparece muerta en un céntrico hotel de Barcelona. El caso recae en el jefe del grupo de Homicidios que recurre a la recién llegada Candela Luque, agente del Grupo Experimental de Policía, para llevar a cabo la investigación. La joven pertenecía a un grupo de ventas, que proliferaban en la época, pero la aparición de unos brillantes y la huida de los jefes, junto a la desaparición de las restantes compañeras de la víctima, complica los hechos. Candela viaja a la isla de Tenerife buscando respuestas porque la joven asesinada era de allí. Encontrará tráfico de drogas, corrupción policial, pero no al asesino que a punto está de acabar también con ella.


OPINIÓN PERSONAL
Comencé la lectura de esta novela hace tiempo, y como me ha sucedido decenas de veces, tras las primeras páginas, ya fuese por unas razones u otras, la aparqué. Llegué a plantearme si la historia era de mi agrado, pues cuando abandonas un libro siempre es por algo. Pero al retomar la lectura me di cuenta que simplemente, el momento que elegí entonces para comenzar su lectura no era el correcto, porque ha sido retomar la historia y bebérmela de un trago.

Hay varios ingredientes que hacen que esta lectura sea fácil, de las que cuando te quieres dar cuenta, estás en las últimas páginas y te descubres a ti misma con la tensión propia de ser tú quien está a punto de resolver el crimen. Que un libro te genere ese ansia lectora es muy buena señal.

Candela Luque es la primera mujer que entra en el Grupo Experimental de Policía en la Barcelona de la Transición y lo que ello conlleva. Sus objetivos son claros; ella no quiere abandonar sus estudios de derecho, pero eso no impedirá que se implique a más no poder en el primer caso que le ha sido asignado y se revuelva ante las injusticias e ilegalidades que encuentra dentro del Cuerpo de Policía.
Por causas que se desarrollan en la novela, Candela queda fuera del caso, pero solo oficialmente. Ella no va a parar hasta que lo resuelva. El asesinato de esa chica en el hotel de Barcelona y las irregularidades que encuentra a su alrededor, se convierten para ella en algo personal. Y hasta aquí voy a contar sobre la trama.

Referente a mis sensaciones como lectora, diré que lo que más me ha gustado de la novela han sido los personajes y sus diálogos. La autora consigue que los conozcamos a través de las conversaciones y no con tediosas descripciones, cosa que agradezco porque a mí los detalles descriptivos me agotan sobremanera (pronto publicaré una reseña con un claro ejemplo). Mediante los diálogos podemos conocer claramente a cada personaje, vislumbrar sus intenciones, hacernos una idea de cómo debe ser su vida… Por ejemplo, en el caso de la protagonista, he descubierto un humor ácido que me encanta; eso es algo que difícilmente se hubiera conseguido sin hacerla interactuar y está logrado con mucho éxito.

Las localizaciones geográficas me han sorprendido. No estoy acostumbrada a situar tramas policiacas en territorio español, parece ser que todo lo americano produce más impacto. A ojos del lector no es lo mismo leer: «Peter Smith, de homicidios» que «Paco Pérez». No sé si me explico. Pues en este caso, esa apreciación pasa a un segundo plano, pues desde el principio te mentes en la historia y no das importancia a esos detalles que tanto empaque dan. Imagino que esto es una soberana tontería, pero si me encuentro reflexionando sobre ello será porque me ha llamado la atención.

Volviendo a los escenarios, tengo que decir que parte de la estancia de Candela en Tenerife me ha sobrado, yo hubiera ido más al grano, sin tanta salida y entrada y sin nombrar tantas calles y lugares, puesto que los que no conocemos la zona nos encontramos con un batiburrillo de nombres que no logramos situar. Más allá de esta apreciación, el nudo de la novela es delicioso.

Y analizando un poco el estilo de la autora, solo puedo preguntarme por qué no hay más escritores como ella en este país. Mercedes Gallego demuestra que escribir novela policiaca no es solo una americanada, que lo importante es una trama lograda y no el ensañamiento en las descripciones de los crímenes, (que en ocasiones rozan lo gore), o las tediosas y repetitivas historias de amor o impactantes escenas de sexo. Y ahora me pongo en pie y aplaudo, porque no me digáis que no tiene mérito que la protagonista de una novela policiaca sea mujer, en los 70, España (y el machismo de la época), pertenezca al Grupo Experimental de Policía en el que solo se rodea de hombres y que en la novela no haya ninguna historia de amor ni escenas de sexo. Es que me parto las palmas aplaudiendo, vamos.

En definitiva, estamos ante una novela que estoy segura que puede ser del gusto de cualquier lector, sea o no simpatizante del género, puesto que esta historia no es de continente sino de contenido.

Pero vamos, que no recomiendo solo esta novela, lo que os propongo es que descubráis a la autora con cualquiera de sus obras. Yo no las he leído todas, pero sé que su sello permanece intacto en cada una de ellas, y es algo que os aseguro, no habéis visto nunca y os sorprenderá muy gratamente.

martes, 22 de marzo de 2016

Nuestras eternas vacaciones

Sonó el despertador y decidí quedarme en la cama un ratito más. Siempre lo pongo antes para poder remolonear un poco. Apenas pasado un minuto mi mujer me dio un par de golpecitos con el codo; «Levanta, perezoso, que vas a llegar tarde», se inclinó sobre mí, me besó suavemente los labios y volvió a acurrucarse en su lado de la cama.
Con la taza de café en la mano me asomé a la ventana; otro día oscuro y lluvioso me esperaba al otro lado del cristal. Recordé el frío que pasé el día anterior en el trabajo, apuré el café y cambié el jersey que llevaba por otro más gordo. Sin darme cuenta se me había echado el tiempo encima. Me asomé a la habitación de los niños para comprobar que dormían plácidamente y me marché.
El atasco era tremendo. Los días de lluvia son insoportables al volante. Los incidentes aumentan, la velocidad de los vehículos disminuye y los embotellamientos se multiplican. Todas las emisoras de radio hablaban sobre el estado de las carreteras. Tendría que armarme de paciencia. Encendí un pitillo, abrí una pizca la ventanilla y me dediqué a exhalar bocanadas de humo. Comenzó a sonar en la radio All of me, de John Legend, y no puede evitar acordarme del día que encontré a mi mujer llorando mientras escuchaba esa canción. Me acerqué a ella por detrás, la rodeé con mis brazos y le pregunté el porqué de sus lágrimas. Me explicó que la letra era maravillosa y la melodía evocadora, que le recordaba a nosotros. «Escucha», me dijo. Era cierto, la canción era preciosa, tanto, que desde ese día se convirtió en nuestra banda sonora. Los dos permanecimos inmóviles, escuchando la canción en silencio como dos quinceañeros enamorados.
 Apuré la última calada del cigarrillo y cerré la ventanilla. El frío era cortante. Con los últimos acordes, la carretera comenzó a despejarse y en poco más de veinte minutos llegué al aeropuerto tarareando aún la melodía. Corrí al vestuario, me cambié de ropa y salí a pista; el primer avión de mi turno estaba a punto de aterrizar y vendría cargado de maletas necesitadas de mi presencia para bajar del aparato.
No sé si fue el beso que mi mujer me dio unas horas antes, la placidez con la que vi que dormían mis pequeños, la canción que escuché en el coche o una mezcla de todo, pero las primeras horas de la jornada se me pasaron volando entre pensamientos y recuerdos junto a mi familia. Pensé en lo guapa que estaba el día de nuestra boda; se la veía tan feliz… Yo también lo estaba, me casaba con la mujer de mi vida, pero lo que me hizo sentir realmente afortunado ese día fue su sonrisa. Pensar que yo podía provocar ese sentimiento en alguien, sentir que me necesitaba, que quería compartir su vida conmigo, me hizo la persona más feliz en la faz de la tierra. Muestra de aquello vinieron nuestros dos hijos, Damián y Javier. Eso sí que era una bendición. Algo bueno tenía que haber hecho en la vida para tener una familia tan bonita. Me arrepentí de trabajar tanto. Tantas horas fuera de casa me impedían disfrutar de ellos como me gustaría. De hecho, nunca estuve presente en los momento importantes para mis niños, como las actuaciones de fin de curso o cada vez que se les caía un diente. No sabía si sería realmente consuelo para ellos, pero estaban encantados con mi promesa de viajar a Disney este verano. Lástima que para ello tuviera que seguir trabajando sin descanso.

Las once en punto. Hora del almuerzo. Terminé de cargar las últimas maletas de ese vuelo y me dirigí a la cafetería; estaba hambriento. La camarera, vieja amiga después de tantos años, me preguntó si quería lo de siempre y me hizo una seña para que me sentara. Ella me lo traería. Mientras esperaba mi desayuno me dediqué a observar por la ventana que daba a la zona de desembarque. Como todos los días, vi preciosos reencuentros y dolorosas despedidas. Me hubiera gustado conocer las razones de aquellas partidas, seguro que tras ellas existían historias sorprendentes. Observé a un niño negándose entre lágrimas a soltarse del cuello de su padre. «No llores, pequeño, regresará pronto y te traerá un regalo precioso», dije para mí. Ipso facto, escuché una inmensa detonación seguida de un fuerte pitido en los oídos que me hizo retorcer de dolor. Una luz blanca me dejó sin visión y ahí terminó todo.
En tantas ocasiones vi por televisión esos terribles atentados terroristas, millones de veces pensé en qué era lo que realmente movía a esos desalmados a cobrarse vidas inocentes de aquella manera, pues estaba convencido que no seguían las órdenes de ningún Dios, sentía pena por las víctimas, por sus familias, mil porqués me poblaban la mente… Y ahora…

Ahora no veo más allá de las lágrimas y el desconsuelo de mi mujer y mis hijos. Sufro pensando en cómo harán para salir adelante y olvidar el dolor que les parte alma.  Sufro por mí. Porque jamás volveré a sentir los suaves labios de Sara más allá de mi memoria, porque no podré arropar a mis hijos antes de dormir, porque había perdido toda oportunidad de acompañarles en las fiestas de fin de curso y porque, inevitablemente, un sentimiento de odio se había instalado para siempre en sus corazones. Sí. Desde hoy vivirán con odio. Odio hacia los criminales que mataron a su padre y dejaron a su madre hundida en la más absoluta de las tristezas. Y lo peor de todo es que esto volverá a pasar y tendrán que revivirlo una vez, y otra, y otra… Solo me queda intentar guiar sus pasos y esperarles en algún lugar para que podamos disfrutar de nuestras soñadas vacaciones eternamente.

lunes, 21 de marzo de 2016

Abriendo las alas, de María José Castaño Coca

Cuando me enfrenté a la sinopsis de la novela, los prejuicios me salían por las orejas. Puede ser que tras leerla los siga teniendo, pero no con Abriendo las alas.

SINOPSIS

Abriendo las alas es una novela donde los hechos se suceden con prisa y sin pausa. Trata de la vida de Puerto, una chica de veintiún años, que se encuentra estancada en la monotonía y sometida a las decisiones de su padre; un arisco feriante que parece carecer de sentimiento paternal hacía ella. Después de un largo día de trabajo, Puerto sale a pasear por la playa de San José (Almería), donde conoce a un misterioso chico. Además del amor, ella cree haber encontrado por fin la solución a sus problemas, pero no sabe que le queda un largo camino por recorrer lleno de adversidades, engaños y un secreto. Un increíble secreto, cuyo conocimiento le hará tomar la decisión más importante de toda su vida.

OPINIÓN PERSONAL

Puerto es una chica de veintiún años que no conoce otra vida más allá de su caravana y su trabajo como feriante. Trabajo impuesto por un padre autoritario, frío y distante que no contempla el amor como hilo conductor hacia la relación con su hija. Puerto es despierta e inteligente, (esto se comprueba al leer sus reflexiones y pensamientos), tiene inquietudes y sueños, pero ve que pasa el tiempo y no se siente capaz de desacatar los deseos, casi órdenes, de su padre referentes a seguir el legado familiar y heredar la profesión de feriante en un futuro.

La chica adora las playas, es por ello que, cada noche, tras las agotadoras jornadas de trabajo, se escapa al mar a meditar, descansar y lamentarse. Una de esas noches, y en extrañas circunstancias, conoce a Román, un muchacho algo mayor que ella que le hará perder la cabeza por amor en apenas unas horas, un amor que a pesar de ser muy precipitado, será correspondido.                                                                                                      
Pero Román no es un joven al uso. Él no se parece a ninguno de los amores de verano de Puerto. Bueno, en realidad, él no se parece a nadie. Es misterioso y muy vulnerable, dos factores que inquietan a Puerto pero que a su vez, le atraen sobremanera. Comienzan las quedadas nocturnas, las caricias, los abrazos, los besos… Las confesiones.
A partir de aquí, Puerto conocerá a una peculiar familia en la que será acogida como un miembro más y despertará sus esperanzas de abandonar la tediosa vida de feriante. Pero no será gratis, Puerto tendrá que pagar un alto precio. 

A ritmo vertiginoso, el amor y la fantasía unirán lazos, Puerto irá aclarando dudas y generando otras, su vida dará un giro de 360 grados y llegará a un punto en el que tendrá que tomar la decisión que le cambiará (o no) la vida.

Como digo en la introducción, a priori, esta novela no hubiera provocado en mí esa reacción incontrolable de zambullirme entre sus páginas, puesto que la temática no va nada con mi estilo. Pero como nunca puedes decir “de este agua no beberé”, le di una oportunidad parecida a la que le das a un enamorado cuando no te gusta nada. ¿Y qué pasó? Pues que, continuando con el símil, a base de conocer a tu pretendiente y pasar tiempo con él, descubres cosas que te encantan y hacen que, sin apenas darte cuenta, acabes enganchada a él.

El elenco de personajes es muy potente y variado, con personalidades bien marcadas y actitudes peculiares, los lugares, el entorno, al ser reales, son fácilmente reconocibles y hacen que te sitúes con exactitud y realidad, lo cual refuerza la trama y aumenta la intriga. Si a esto le añades que la redacción es dinámica, ágil, y en ocasiones, vertiginosa, te bebes la novela de un trago y sientes que aún no has saciado tu sed. Vamos, que suplicas una segunda parte porque sientes que tienes que saber más. Tu hambre lectora no se conforma con despedirse de los personajes ahí. Pero existe una segunda parte, La cara oculta de la luna, así que podré dormir tranquila.

En definitiva, una novela muy recomendable incluso para los que huimos de las historias de amor, la fantasía y el sirope literario. Los escépticos nos revolvemos mucho, pero siempre hay una excepción que confirma la regla.

SOBRE LA AUTORA
 (texto extraído de ellibrodurmiente.org)

María José Castaño Coca, nació en Madrid en agosto de 1977.
Le gusta crear e imaginar historias desde que era pequeña. El defecto es que no siempre han sido plasmadas en papel porque reconoce que la asignatura de lengua no era lo suyo. Ganó varios premios de poesía en la adolescencia. Desde entonces ha escrito cuentos para niños, relatos cortos y alguna novela más que ha quedado por ahí olvidada y que no tiene intención de que vean la luz por ahora.
Dejó sus estudios de empresariales para atender a su primera hija. Ha trabajado como secretaria, informática, administrativo, comercial… pero sus hijos requerían su atención y decidió centrarse en ellos. Su mente inquieta la llevó a buscar algo que fuera compatible con la educación de sus hijos y retomó la escritura tras un paréntesis de varios años. Abriendo las alas surgió de muchas horas robadas al sueño mientras una amiga y su hija la animaban a seguir al tiempo que leían las páginas impresas que les iba pasando según las escribía.
Ellas pensaron desde un primer momento que la historia merecía la pena. No se equivocaron. Tras recibir la negativa de varias editoriales y proposiciones que no me interesaban, decidí publicar por mi cuenta con Amazon. A día de hoy son muchos los lectores y las reseñas positivas y está en el top 100 de los más vendidos en dicho portal de ventas.


miércoles, 16 de marzo de 2016

Nos vemos en consulta

Entró al bar y pidió un café solo con dos azucarillos. Se sentó en la mesa de siempre, a esa hora era fácil encontrar su rincón vacio. Dio un primer sorbo para sentir el amargor del líquido ardiendo en su plena esencia; de este modo, una vez lo endulzara, sentiría con más potencia el sabor del caramelo. Dio nueve vueltas con la cucharilla y la sacudió tres veces en el borde de la taza antes de chuparla y dejarla sobre una servilleta de papel.  Se bebió el café en cuatro sorbos, ni uno más ni uno menos. Carraspeó un par de veces, dejó unas monedas sobre la mesa y se marchó. Llegó a casa con las próximas horas planificadas en su cabeza; Lo primero que haría sería apuntar en su libreta todo lo sucedido en la cita de la consulta psiquiátrica; desde el momento en el que la vio sentada al otro lado de la mesa, hasta el gesto de placidez que vio en su cara cuando se despidieron. Llevaba meses reuniéndose con ella. ¡Bendita adicción a la bebida! Gracias a ella se conocieron y comenzaron a reunirse mensualmente. Él sintió un auténtico flechazo cuando entró a la consulta y la vio por primera vez. Supo que ella sería su tabla de salvación y, si nada lo impedía, acabaría siendo su compañera de vida. Cierto es que las reuniones eran meramente profesionales, pero en cada una de ellas confirmaba que aquella mujer estaba destinada para él. Abrió su libreta y comenzó a escribir:

«A las 16:30h he entrado en consulta. Ella me esperaba sentada en su lado de la mesa. No quiero ilusionarme, pero he notado una especie de ansia en su mirada. Algo así como un profundo deseo por volver a verme. Nos hemos saludado cortésmente, aunque hoy he aprovechado el apretón de manos para acariciar su suave piel sutilmente, evitando que ella lo notase. Tomado asiento, hemos comenzado la distendida charla. Hemos hablado de los beneficios de una vida sin alcohol y he podido ver en su cara la satisfacción por los avances logrados. No he visto anillos ni señas que la identifiquen como casada. Lo sabía. Está predestinada para mí. Sé que ella no da el paso porque debemos mostrarnos profesionales cada uno en nuestro puesto de paciente -medico, y soy consciente que una consulta psiquiátrica no debe ser a su entender el lugar más adecuado para encontrar a la persona idónea, pero sé que está esperando que yo me lance. Noto que me desea. La adicción está prácticamente aplacada y sé que no son necesarias las visitas mensuales, podría haber propuesto extenderlas en el tiempo y no lo ha hecho. Se nota que necesita verme. Han sido muchas las sesiones que han hecho que nos conozcamos poco a poco. Como yo, sé que desearía que empezásemos a vernos fuera de la consulta pero ella jamás hará esa propuesta. La próxima vez la invitaré a cenar. Su actitud me lo pide a gritos y yo no aguanto más».

Cerró el cuaderno y se dirigió al cuarto de baño. Sus instintos más primitivos le instaron a darse un baño de agua caliente y aromas. Necesitaba pensar en ella, imaginarse perdido entre sus piernas en aquella bañera y dar rienda suelta a su imaginación. Cumplido el desahogo y enjuagado todo su cuerpo, enroscó una toalla en su cintura y se dirigió al mueble bar. Con la botella de whisky en una mano y un vaso con dos cubos de hielo en la otra, se sentó en el sillón que destinaba a la lectura. Llenó el vaso, lo puso al trasluz para admirar el brillo del líquido transparente y vio algo que hizo que la botella que sostenía en la otra mano estallara contra el suelo derramando por la alfombra todo el líquido que contenía; los cubos de hielo se habían transformado en los ojos de su amada, que lo miraba con reprobación y enfado. Se levantó sin dejar de mirar el vaso, emitiendo pequeños gemidos a modo de disculpa y, haciendo crujir los cristales desparramados por el suelo, se dirigió a la cocina y arrojó el líquido por el desagüe. ¿Cómo podía haber hecho eso? Corrió hasta su cuaderno, tenía que anotar lo que acababa de suceder:

«¿Cómo he podido ser tan estúpido? He estado a punto de decepcionarla, de conseguir que se aleje de mí para siempre. ¿Qué hubiera pensado al verme? Seguramente sentiría que no la tomo en serio, que nuestras charlas no me interesan y que la estoy desafiando. Tengo que llamarla. No puedo esperar al mes que viene para verla. Necesito que hablemos, contarle lo sucedido y que me perdone. Si quiero comenzar una relación con ella debo ser sincero. Algún día vivirá bajo este techo y será testigo de mis vicios y manías. Debe estar preparada».

Cerró el cuaderno, introduciendo el bolígrafo entre sus anillas. No quería que ella notase sus nervios a través de la línea telefónica, así que se preparó una tila con dos azucarillos. Dio un primer sorbo para sentir el amargor del líquido antes de endulzarlo. Tras nueve vueltas con la cucharilla dentro de la taza y tres sacudidas en su borde, la dejó sobre una servilleta de papel. Se tomó la tila en cuatro sorbos, ni uno más ni uno menos.
Buscó el teléfono de la mujer en la agenda y, tras un par de carraspeos, se dispuso a llamar. Un tono, dos…

―¿Sí? ―La voz más angelical que había escuchado nunca le respondió al otro lado.
―¿Sofía? Soy Germán, tu…
―Hola, Germán, sé quién eres. ¿Qué sucede? ―Preguntó intrigada.
―Necesito verte. Bueno, sé que nos hemos visto esta tarde pero hay algo que no te he contado que creo que deberías saber.
―¿Tan urgente es que no puedes esperar a la próxima sesión?
―Lo es.
―Está bien… ―Respondió dudosa y algo preocupada―. ¿Mañana a la misma hora en la consulta te parece bien?
―Preferiría en otro lugar, donde me digas, pero que sea más informal.
―Ya… Bueno, yo prefiero la consulta si no te importa. ―La mujer se empezó a inquietar.
―Perfecto, pues allí nos veremos. Gracias y disculpa que te haya importunado. Hasta mañana.
―Adiós.

El hombre se dejó caer en el sillón y programó la alarma de su móvil para que le avisase de cada hora que pasaba hasta que llegase su cita. Contar el tiempo que le quedaba para verla se había convertido en una constante en su vida.

Después de una noche de sobresaltos a consecuencia de los avisos de su teléfono, se levantó del sillón y se dirigió a su habitación. Sus prendas le esperaban ordenadas por tejidos y colores dentro del armario. Eligió las ropas más apropiadas y se marchó en busca de un precioso ramo de flores. Planeó en su cabeza el discurso, no quería que nada se quedase en el tintero, estaba convencido que en unas horas comenzaría su nueva vida junto a ella. No quería soltar una perorata sino un argumento perfecto. A falta de una hora para la cita, paró en el bar a comer algo. Pidió un sándwich mixto y un refresco y se sentó en la mesa de siempre. Dio cuatro mordiscos al bocadillo y cuatro tragos al refresco y, tras carraspear un par de veces, dejó unas monedas en la mesa y se marchó.

Cuando llegó a la consulta, que ese día cerraba por descanso, ella le esperaba en la puerta. Tras un cordial saludo, pasaron a la sala. Ella se extrañó al ver las flores, pero no dijo nada, prefería que el hombre le contara lo que sucedía.

―Siento haberte hecho venir, pero es importante.
―Imagino que debe serlo, hoy la consulta está cerrada.
―Sí, lo siento. Verás… ―Carraspeó―. Creo que ha llegado la hora de dejar de disimular de ser nosotros mismos. ―Dijo, dejando el ramo de flores sobre la mesa con un gesto que indicaba que eran para ella.
―No te entiendo, Germán ―empezaba a mostrarse asustada.
―Te quiero y sé que me quieres. Son muchos meses viéndonos, yo lo noto y tú lo notas. Los dos somos adultos, libres. No tenemos por qué conformarnos con las charlas dentro de esta consulta. Emprendamos una vida juntos, disimular más es inútil.

Sofía, que permanecía de pie, se dirigió a la puerta. El pánico se reflejaba en su cara. Él bloqueó la salida y trató de besarla. Muerta de miedo, se escabulló y le pidió por favor que la dejase marchar.

―¿Me vas a negar que no sientes lo mismo? ―Dijo él con los ojos llenos de agua.
―¡Por favor! ¡Para nada! ―gritó, angustiada.
―Entonces… ¿Por qué seguimos viéndonos? Sabes que la adicción está controlada y que, de momento, las sesiones no son necesarias. Lo haces para verme. No te resistas a lo nuestro. ¡Es inútil!
―Vengo porque sigues citándome. ¡Eres mi psiquiatra!


Huyó despavorida. Ahora era ella quien necesitaba una visita urgente al bar.

martes, 8 de marzo de 2016

No entre nosotras

Terminó de subir la escalera y sintió que no le llegaba el aire a los pulmones. El miedo atroz que le provocaban los ascensores se había convertido en el mejor de sus ejercicios, aunque en esta ocasión los tacones no se lo pusieron fácil.
            Llegó pronto intencionadamente, pretendía preparar un guión para no quedarse en blanco cuando tuviera delante a su jefa. Era la cuarta vez que optaba a promocionar en su trabajo y no podía permitirse volver a perder la oportunidad; ser la reportera multiusos de la agencia, sin horarios ni voluntad propia, dejó de tener gracia hacía mucho tiempo.
            Comenzó a dibujar en su mente la estampa con la que estaba a punto de encontrarse; su jefa la estará esperando sentada en el sofá del despacho, con un pitillo entre los dedos y la mirada fija en la puerta. No la invitará a sentarse, ni siquiera saludará, simplemente la observará en silencio, con gesto apático y escuchará con desgana el relato de su empleada, hasta que sienta que ya ha tenido bastante y la emplace a regresar el año que viene cuando esté más preparada.
            Laura estaba nerviosa, no por la reunión, sino por volver a enfrentarse cara a cara con esa mujer tan fría. El único contacto que doña Olvido tenía con sus empleados era ese; entrevistarse con las personas propuestas por el departamento de recursos humanos para el ascenso y decidir en el acto si les era concedido o no, basándose en las impresiones del momento, sin revisar el currículum o entrevistar a la persona. Según ella, su intuición era el motor del éxito de la empresa.
—Buenos días, doña Olvido, soy Laura Ribas, periodista del departamento de sucesos.
El gesto de su dirigente, alzando levemente las cejas y ladeando la cabeza, le indicó que el saludo no iba a ser correspondido.
—Bien… Este es el cuarto año consecutivo que me reúno con usted para la promoción de departamentos. Considero que tras varios años preparándome para el puesto, he alcanzado los conocimientos y la experiencia necesarios para desempeñar labores de más envergadura y responsablilidad. Ya sabe, doña Olvido, que mi trabajo me apasiona, y un ascenso sería una motivación tan grande para mí… Además, si me permite, —dijo sacándose un papel doblado del bolsillo de su chaqueta— traigo un desglose de mi actividad laboral en el último año, tanto individual como en equipo, en la que se demuestra que ha sido el periodo más productivo del departamento desde que me encargo de ello, y…
Doña Olvido, quien parecía completamente ausente, interrumpió con un carraspeo.
—Querida… ¿en serio van a ser esos tus argumentos? ¿Un papelucho con cuatro notas? Vamos a ser claras, no tengo mucho tiempo y este asunto debe quedar zanjado hoy mismo. Mírate.
            —¿Qué debo mirar? —preguntó Laura con cara de asombro.
            —A ti. No debes medir más de un metro sesenta, tienes los kilos mal repartidos y voz de pito. Jamás podrías mirar a un directivo a los ojos ni pelear con los tiburones que inundan el mercado. A mí no me interesa tu pasado laboral, mientras cumplas con los objetivos marcados, eres un número más en mi plantilla, cuando dejes de hacerlo serás uno menos. Pero ahora hablamos de cosas serias. Lo que se está ofertando es un puesto de responsabilidad en el que tu mayor arma tendría que ser tu presencia. Querida, verte entrar por la puerta me inspira muchas sensaciones, pero ninguna de ellas es agradable.
            —Doña Olvido, perdone que le diga, pero no creo que mi aspecto sea relevante —dijo intentando que su voz de pito no lo pareciera tanto.
            —¿No? Mira, te voy a ser clara. Dices que este es el cuarto año que optas a la promoción, ¿verdad? Bien… —hizo un silencio que aprovechó para levantase y caminar con parsimonia hacia su empleada—. ¿Conoces a las personas que acabaron promocionando años atrás? —Laura, algo intimidada por la cercana presencia de su jefa asintió con la cabeza—. ¿Qué tienen todos en común? Yo te respondo; son hombres imponentes con una excelente percha. Intimidantes, autoritarios y capaces de comerse de un solo bocado a veinte mujeres como tú. En serio, querida, no creo que estés tan mal en tu actual puesto de trabajo. Según están las cosas deberías estar agradecida por tener un empleo.
Imagen extraída del corto, Una mujer frente al espejo, de Yoshimichi Tamura
            —Entiendo. —Laura notó cómo comenzaba a arder su cuello a la vez que sus puños se cerraban con fuerza. —Creo que debo marcharme, pero esta vez no me quedaré con ganas de decirle algo. Como ya sabe, trabajo en el departamento de sucesos. Cubro informaciones de todo tipo; desde accidentes de tráfico hasta reyertas, peleas callejeras y asesinatos. He estado en todas las ciudades en las que, en lo que va de año, nueve mujeres han perdido la vida a manos de hombres autoritarios y sin escrúpulos, de esos que le gustan a usted. He tenido la serenidad y la sangre fría de cubrir esos sucesos, aunque la rabia me estuviera comiendo por dentro, para realizar un trabajo impecable que deje en buen lugar a la agencia que usted, mujer, representa. Y no lo haré más. Sé que no le será difícil encontrar a alguien que ocupe mi puesto. No me marcho porque quiera vengarme o como consecuencia de una rabieta, me voy porque me apiado de usted, me da mucha pena. Hasta que las mujeres no nos respetemos y valoremos entre nosotras, no conseguiremos erradicar esta lacra machista que nos rodea, tanto en la calle como en despachos como este. Aunque claro, quizá a usted no le interese que acabemos con esta mierda, pues es lo que llena de contenidos su asqueroso departamento de sucesos.


            Cerró la puerta del despacho tras de sí con un sonoro golpe, se quitó esos tacones tan incómodos que tanto la feminizaban y corrió hacia el ascensor que estaba a punto de cerrarse. Entró en el cubículo, se miró al espejo y sonrió al ver la fuerza que desprendía su mirada. Después de lo que acababa de suceder, su miedo a los ascensores era una anécdota. Supo que a partir de ese momento se atrevería con todo y contra todos.

martes, 1 de marzo de 2016

Una mujer

Una mujer bonita es aquella que no necesita tacones para sentirse grande, aunque los use para verse más femenina, es esa que usa el lápiz negro para dibujar sus sueños sin importarle que se gaste y no le alcance para pintarse la raya del ojo, la que se sujeta el pelo en una cola cuando le incomoda, a pesar de saber que luce más guapa con el pelo suelto.
Es aquella que se reconoce ante el espejo y no necesita hacerse quinientas fotografías hasta verse guapa en una de ellas y subirla a las redes sociales, la que acepta los piropos sin falsa modestia, la que sonríe y llora solo cuando le apetece. Es aquella que, aun sabiendo que las calorías aterran a sus semejantes, se chupa los dedos cada vez que come chocolate y no se castiga por ello.

Una mujer linda es la que no tiene reparos en salir a la calle sin maquillar, la que prefiere pasar dos horas de charla con amigos, o sola con un libro entre las manos, antes que hacerlo delante del espejo intentando ocultar todas sus imperfecciones. La que peina canas con orgullo, no disfraza su mirada y acepta como algo natural que los años le traigan celulitis, patas de gallo o centímetros de más en sus caderas.

Una mujer guapa antepone las emociones a las impresiones, lo sensato a lo banal, el descanso a la imagen, y aunque le gusta verse bonita, sabe organizar su lista de prioridades para que la parte estética nunca le robe tiempo a la emocional.

Una mujer feliz es la que se valora a sí misma sin necesitar que nadie alabe sus virtudes, esa que siempre elegirá la comodidad y rechazará el encorsetamiento. Es aquella que, cuando tenga que mostrarse desnuda ante otra persona, lo hará sin miedo ni vergüenza, pues siempre se habrá presentado como es sin crear falsas expectativas.

Una mujer segura pisa firme cuando va descalza, no titubea si se muestra al natural y decide arreglarse por satisfacción personal. Siempre sonreirá lleve o no los labios rojos y no se verá obligada a cruzar las piernas cada vez que tome asiento.

Una gran mujer es aquella que comprende que auténtico y artificial son antónimos implacables, que la espontaneidad no se estudia y las sonrisas siempre son bellas aunque los dientes no sean perfectos.